lunes, 11 de octubre de 2010

La fraternidad de vida se fundamenta en la experiencia de creer que nuestro principio y fundamento radica en ser criaturas, hijos del Padre que en consecuencia vive la llamada a mirar y a relacionarse con el otro como hermano en la fraternidad.
            En base a esta convicción de fe la relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo la vivimos como la fuente privilegiada de experiencia de fraternidad con los hermanos que compartimos el proyecto de fraternidad de vida, los hermanos con los que compartimos la fraternidad de fe y los hermanos más pobres.

  Así el proyecto posibilita vivir la experiencia cotidiana de relación con Dios en el seno de la fraternidad de vida mediante:
* la celebración semanal de la eucaristía como celebración central de la fraternidad y expresión del misterio pascual.
* la oración comunitaria diaria de vísperas o laúdes donde es fundamental la escucha de la Palabra de Dios a través de la escucha de la Escritura, la oración sálmica, la escucha del perdón, la oración de resonancia y la escucha de la necesidad y gratitud del hermano;
* las celebraciones comunitarias semanales de la Palabra previas 
a la eucaristía de cada Domingo;
            * y los retiros donde la comunidad se dota de los medios adecuados de escucha pausada y en discernimiento de la Palabra de Dios.
 
Relaciones fraternas



  Las relaciones interpersonales fraternas son ámbito decisivo de encarnación de la experiencia del amor de fraternidad articulado en diferentes dimensiones del mismo como son:
* la "comunicación", sus diferentes niveles y dinámicas, es ámbito a mimar con intensidad pues las dificultades de la escucha y la explicitación de los sentimientos, fundamentalmente de enfado y conflictivos, son ocasión de encuentro y des-encuentro habitualmente en toda convivencia;
* la "vida y fe compartidas" son el mejor regalo que los hermanos se pueden hacer. Es por ello que se llama a la actitud centrada en ese compartir cotidianamente y de modo sistematizado se garantiza un tiempo ordinariamente los fines de semana.               
* la experiencia de la "corrección fraterna" es uno de los ámbitos más privilegiados donde se hace explícita nuestra condición de ser mediación del Dios de Jesús para el hermano por varias razones: por lo que supone de apuesta por el otro en cuanto otro, en cuanto agente de construcción del proyecto del Reino de Dios, por lo que supone de autenticidad en orden a asumir el componente de conflicto que siempre conlleva manifestar el amor al otro de modos no siempre agradables y complacientes con las expectativas ajenas y por lo que supone de mostrar al otro su identidad, su misión, su potencialidad, su llamada en orden a la gracia recibida del Señor para con su vida.
* el acompañamiento fraterno no es sino la cuna donde se juega la fraternidad. Se trata de vivir al otro como aquél en quien puedo descansar, apoyarme a fondo perdido e incondicionalmente, vivir al otro como el seno de la gratuidad, lugar donde el contraste, la corrección, la confrontación se dan la mano con la cercanía afectiva, la explicitación de sentimientos, la apuesta fraterna, la reconciliación, el perdón, el volver a empezar.

                            FRATERNIDAD FRANCISCANA

 
Francisco, a la hora de dar forma a su decisión de seguir a Jesús y su Evangelio, contaba con una tradición social y religiosa que le inclinaba hacia la Fraternidad como estructura para vivir y anunciar el Reino. Su particip
ación en el nacimiento de Asís como pueblo libre e igual expresado en el Común, le había familiarizado con un tipo de relaciones horizontales, en contraposición a las feudales que se caracterizaban por su relación jerarquizada y vertical, que expresaban el nuevo modo de entender el poder y la capacidad de todos los ciudadanos de ejercerlo, al menos en teoría, de una forma responsable y solidaria. El poder pertenecía al pueblo, y su ejercicio de forma mancomunada respondía al descubrimiento de la propia igualdad y capacidad para ser protagonistas de su propio destino. El sofisma de que Dios había organizado la sociedad de una forma jerarquizada y que, por tanto, no podía alterarse su constitución sin ir contra la voluntad divina, se venía abajo al comprobar que lo único que quiere Dios es el bien de todos los hombres, y no el de unos pocos privilegiados a costa de los demás.

«EL SEÑOR ME DIO HERMANOS»

En el proyecto de conversión de Francisco no parece que entrara el formar un grupo de penitentes empeñados en seguir el Evangelio. Él sabía que el descubrir el Evangelio como forma de vida no era una conquista que se podía apuntar en su haber, puesto que sólo el Espíritu del Señor es capaz de abrirnos los ojos y el corazón a esa voluntad amorosa del Padre, manifestada en Cristo, de transformar las relaciones humanas desde su raíz para que el hombre pueda vivir de una forma nueva. Por eso lo considerará siempre como una concesión del Señor (Test 1) que le permitió vivir abierto siguiéndole a Él en el camino de humanización que Cristo había realizado.

«Amaos unos a otros»
La necesidad del amor mutuo para reconocerse creyentes y seguidores de Jesús ha acompañado siempre a la vida religiosa, puesto que es una condición esencial o una consecuencia normal de toda vida cristiana vivida en común. La originalidad de Francisco, si se puede llamar así, es haber hecho de la reciprocidad el principio constituyente de la Fraternidad.
La Fraternidad es algo más que una comunidad. Ser hermano no es sólo existir en el seno de un grupo. La fraternidad no reside en la relación de cada uno con el todo objetivo de la comunidad; la fraternidad sólo existe a través de las relaciones recíprocas de cada uno con cada uno. De todo esto se puede deducir que el principio básico que constituye y cohesiona la Fraternidad es, pues, la reciprocidad.



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